Compuesta por el talentoso Jing Xian, la sinfonía “Gran Descenso de las Deidades” ofrece un magnífico viaje musical, en el que se conectan el reino celestial y el mundo terrenal, evocando las historias épicas del universo de la antigua China. En esta tradición, el cielo y la tierra son dos espacios extensos, separados, pero que se conectan en momentos cruciales.
Un portal a reinos etéreos
La pieza comienza con el inconfundible sonido de gongs, repleto de timbres metálicos, que envuelve a los oyentes en sus ricas vibraciones. Este sonido reverberante recuerda la radiante luz dorada, el color central del budismo y símbolo del mundo celestial, creando un reino etéreo y magnífico. Abre una puerta que conduce a los oyentes a un mundo donde las hadas bailan con gracia mientras los Budas observan en silencio el espectáculo del universo.
El llamado del Creador
Las etéreas melodías de las cuerdas y el arpa en ((1:02)) conjuran la majestuosa aparición del Creador. La música teje suavemente una atmósfera de divinidad compasiva, evocando una profunda oleada de emociones, como si las palabras del Dharma resonaran a lo largo de toda la sinfonía.
En ((1:17)), el tambor, el gong y los platillos marcan un acontecimiento crucial: los seres divinos, respondiendo a la llamada del Creador, toman la monumental decisión de descender a la Tierra para rectificar el Fa. A través de los instrumentos de viento metal se forma y se expresa con fuerza un compromiso histórico, que no solo marca un acontecimiento importante, sino también una misión orgullosa y desafiante.
Viaje a través de los reinos cósmicos
En ((1:35)), la melodía despierta una vibración especial. Esta sinfonía va más allá de todas las limitaciones ordinarias y nos lleva de vuelta al punto de partida de la vida – en ese momento, el tiempo parece plegarse sobre sí mismo, y la historia que hemos aprendido y leído no es más que una ondulación en el vasto océano de la existencia. Esto evoca un sentimiento nostálgico y profundamente conmovedor, haciendo que el oyente sienta que ha participado personalmente en este descenso importante y que ha sido testigo, con sus propios ojos, de la interacción divina entre los reinos cósmicos.
En ((1:57)), los delicados y puros sonidos de las flautas, piccolos y oboes conjuran visiones de galaxias centelleantes. Luego, las trompetas y los trombones aparecen de manera poderosa y forman una fuerza impulsora que conduce estas fuerzas cósmicas a través de galaxias y planetas hacia la Tierra. Cuando los instrumentos de cuerda aceleran el tempo y acortan la distancia a la Tierra, ocurre una transformación: los seres divinos han tomado forma humana, reencarnándose en este mundo mortal.
El amanecer de la civilización divina en el reino humano
Continuando con este tema, los instrumentos de viento metal crean notas fundamentales en ((2:26)), como si pusieran los primeros ladrillos en el proceso de la creación. Después, los instrumentos de cuerda continúan su glorioso viaje, que hace resonar los altibajos a lo largo de las dinastías. Esto conduce a ((2:46)), un momento que inaugura un rico periodo de la cultura humana y la elevación moral.
Inmerso en el esplendor de la antigua China
En ((3:59)), la orquesta nos sumerge en una atmósfera de la antigua China. Las armonías únicas de la pipa y el erhu se fusionan perfectamente con el suave ritmo de la sección de cuerdas y de los instrumentos de viento de madera. En ese momento, surge una imagen vívida: damas elegantes con vestimenta tradicional bailan al son de las refinadas melodías de la corte, pintando una escena de una época repleta de cultura inspirada por lo divino.
A medida que avanza la sinfonía, comienzan a producirse cambios en el ritmo. En ((4:31)), las melodías suaves y delicadas ceden el paso al ritmo intenso aportado por los instrumentos de percusión y de viento metal. Es precisamente este elemento el que continúa evocando la imagen de mandarines dignos. Aquí, hemos experimentado el glorioso viaje de los dioses en forma humana, al servicio del rey, quien es el Buda reencarnado. Juntos, tejen el gran tapiz de la historia humana, sembrando paz, prosperidad y valores sagrados en cada dinastía que bendicen.
En general, la pieza “Gran Descenso de las Deidades” me hace reflexionar sobre la naturaleza de la existencia, la interacción entre los reinos del universo y el hilo invisible del destino que nos conecta a todos. Toda la obra musical es un viaje lleno de experiencias que valoro profundamente debido a las intensas emociones y reflexiones que inspira. Siento una profunda conexión con esta leyenda divina y, sobre todo, con la esencia de mi propia vida.
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